miércoles, 1 de septiembre de 2010

Estudie con Sandro Cohen, autor de Redacción sin dolor

Después de varios años de impartir el curso Redacción sin Dolor únicamente a empresas e instituciones a lo largo y ancho del país, Sandro Cohen vuelve a abrir su curso a todo el público en el Distrito Federal y área metropolitana. Consta de 10 clases de dos horas y media cada una, con un total de 25 horas.

Ø Aprenda a distinguir entre el lenguaje oral y el escrito para no caer en las trampas de la oralidad

Ø Conozca los secretos de la sintaxis y cómo evitar confusiones y ambigüedades

Ø Domine, de una vez por todas, aquellas cuestiones de gramática que en la escuela los maestros no supieron explicar con claridad

Ø Entienda en qué consisten las oraciones simples, las compuestas y cómo combinarlas correctamente en proposiciones de estructura clara y sólida

· Reconozca y escriba oraciones coordinadas sin confundir al lector

· Profundice en las diferentes estructuras de la subordinación de modo que sus escritos sean tan claros y expresivos como un mapa nítidamente trazado

· Aprenda a combinar, en sus párrafos, oraciones simples con otras compuestas que empleen coordinación y subordinación sin enturbiar el sentido de sus escritos

Ø Descubra los secretos de la puntuación:

· Evite el encabalgamiento, el vicio de la redacción que más confunde al lector

· Maneje con soltura los seis usos de la coma, tanto los obligatorios como los discrecionales

· Adquiera seguridad a la hora de escribir, pues comprenderá el porqué de cada signo de puntuación y las diversas estructuras en que los emplea

Ø Entérese de cómo y cuándo deben emplearse las mayúsculas y minúsculas, la letra cursiva, las comillas simples y dobles, las rayas, los paréntesis y los corchetes, los signos de exclamación e interrogación

Ø Deje de acomplejarse por cuestiones de ortografía y acentuación: aprenda a escribir sin errores ortográficos sin tener que memorizar largas listas de reglas

Ø Aproveche y maneje con soltura las obras de referencia disponibles en internet para que, aun después del curso, pueda seguir mejorando su redacción

Ø Usted podrá tener comunicación electrónica con el maestro Cohen y sus asistentes entre clase y clase a fin de resolver dudas urgentes

Ø Aun después de recibir su diploma, podrá seguir en contacto con el maestro Cohen, sus asistentes y el Instituto mediante Redacción sin Dolor, el blog…: http://redaccionsindolor.blogspot.com

Ø Al final del curso se dará a todos los alumnos que lo hayan terminado un diploma con valor curricular

Costo, horario y ubicación del curso:

· Hay atractivos descuentos y planes de pago. A todos los costos debe agregarse el 16% de IVA:

·El costo del curso es de $3,000 (tres mil pesos)

· Son 10 martes a partir del 5 de octubre de 2010, de las 19 a las 21:30 horas. Terminamos el 7 de diciembre


Opción 1: Pagando todo el curso por anticipado, asegura su lugar y obtiene el 20 por ciento de descuento: $2,400

Opción 2: Pagando por anticipado la mitad del curso, asegura su lugar y obtiene el 10 por ciento de descuento: $2,700. La otra mitad se pagaría el primer día de clase

Opción 3: Pagando por anticipado el 25 por ciento del curso, $750, usted asegura su lugar. Los restantes $2,250 se liquidarían el primer día del curso

Opción 4: Usted puede pagar la inscripción íntegra el primer día de clase, siempre y cuando aún haya lugar. El cupo es limitado a 25 personas. Aproveche esta oportunidad única

· El libro de texto Redacción sin dolor, 5ª edición, tiene un costo de $200. Los alumnos pueden adquirirlo en la clase o en cualquier librería, donde tiene un costo de $248. Véase: http://www.editorialplaneta.com.mx/descripcion_libro/5780

Dirección del lugar donde

se impartirá el curso: Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID)

Cerro de Jesús, 67. Campestre Churubusco

Delegación Coyoacán C.P. 4200

Hay estacionamiento. Haga clic aquí para ver el mapa de la ubicación:

http://maps.google.com.mx/maps?q=UNID,+Cerro+de+Jes%C3%BAs,+67.+Campestre+Churubusco.&hl=en&cd=1&ei=NZh9TOf7II-utAPU35jHBg&sig2=QFDh8HpSr8a_UXhjGiN-JA&ie=UTF8&view=map&cid=9298080609070392084&iwloc=A&ved=0CG4QpQY&sa=X

Para mayor información

e inscripciones: Instituto La Realidad. Dirección electrónica: larealidadac@gmail.com

Teléfono y recados: 5547-9215

Asegure su lugar depositando en Bancomer.

Cuenta número 0454195574, a nombre de Instituto La Realidad, A.C.

CLABE: 012180004541955748



Acerca de Sandro Cohen

ü Es maestro en Letras Hispánicas por Rutgers University

ü Tiene más de 30 años impartiendo el curso de Redacción Universitaria en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, donde es profesor titular “C” de tiempo completo

ü Ha publicado siete libros de poesía, dos novelas, un libro de cuentos y centenares de ensayos y artículos de crítica literaria en diversos libros, revistas y periódicos de México y el extranjero

ü Es autor de Redacción sin dolor, un best seller desde 1994, año en que apareció la primera edición. Ya va en su 5ª edición con más de 100 mil ejemplares vendidos, con un total de 26 reimpresiones desde su publicación. Pronto comenzará a circular su Guía esencial para la redacción en lengua castellana, ambos de Editorial Planeta

ü Ha sido coordinador y tutor de los becarios del inba y Conaculta desde hace más de 25 años

ü Es fundador y director de Editorial Colibrí

ü Puede leer algunos de sus ensayos en el blog Caja Resonante de Sandro Cohen: http://sandrocohen.blogspot.com

Algunas empresas e instituciones que han aprendido a redactar con Sandro Cohen:

· Banco de México (Fira: Fondos Instituidos en Relación con la Agricultura)

· Canal 22

· Inifap (Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias)

· Netmedia

· Sagarpa (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación)

· Inacipe (Instituto Nacional de Ciencias Penales)

· Grupo EI

· Colegio María Montessori

· Consorcio Interamericano de Comunicación

· imaxserv

· infoplus Tecnología Avanzada

· metrocom

· mvs Televisión

· Milenio Diario

· La Jornada

· sep (Secretaría de Educación Pública)

· inba (Instituto Nacional de Bellas Artes)

· Secretaría de Salud

· sedesol conprogresa

· Servicios administrativos Walmart

· Sistema Nacional para el Desarrollo de la Familia, DIF Nacional

· Universidad Autónoma Metropolitana

· Universidad Nacional Autónoma de México

· plexus Corporation

· Sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social

· conafe

· Gobierno del Estado de Sinaloa

· Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas

· Exxon Mobil, Comercial

· Instituto Tecnológico de Teléfonos de México

· Corporativo Internacional de Medios de Comunicación

· Instituto de Acceso a la Información Pública del Distrito Federal



domingo, 2 de mayo de 2010

Narcos, No’s and Nafta de Thomas Friedman, Premio Pulitzer

May 2, 2010
NEW YORK TIMES
OP-ED COLUMNIST

Narcos, No’s and Nafta

Mexico City

This is a strange time for U.S.-Mexico relations. The Mexican government just issued a travel advisory warning Mexicans about going to Arizona — where they could get arrested by the police for no reason — and the U.S. government just issued a travel advisory warning Americans about going to northern Mexico — where they could get shot by drug dealers for no reason. Meanwhile, Wal-Mart de Mexico is expected to open 300 new stores in Mexico this year, thanks to growing Mexican demand for consumer goods. And Mexico’s drug cartels will probably open just as many new smuggling routes into America thanks to our growing demand for marijuana, cocaine and crystal meth.

We take the Mexican-American relationship for granted. But with the drug wars in Mexico turning into Wild West shootouts on city streets and with our own immigration politics turning more heated, what’s happening in Mexico has become much more critical to American foreign policy and merits more of our attention. Mexico is not Afghanistan, but it also has not become all that it hoped to be by now. Something feels stalled here.

Three groups are now wrestling to shape Mexico’s future. I’d call them “the Narcos,” “the No’s” and “the Naftas.” Root for the Naftas.

The Narcos are the drug cartels who are now brazenly attacking each other in turf wars and challenging the state for control of towns. The success of U.S. and Colombian efforts to interdict drug trafficking through the Caribbean and north from Colombia have pushed the cartels to relocate their main smuggling up through the spine of Mexico. President Felipe Calderón is bravely trying to take them on, but the Narcos have bigger guns than the Mexican Army — most smuggled in from U.S. gun stores.

The Mexican daily Reforma reported last week that “the recent wave of insecurity in Mexico has made businesses related to public security, automobile armoring, insurance, satellite positioning systems and bulletproof vests grow at an unprecedented level.” Companies in Mexico, it added, now invest between 1 percent and 3 percent of their sales in security. In 2006, it was just 0.5 percent.

While the Narcos are the rising bad-news story here, the rising good-news story is Mexico’s burgeoning middle class — sort of. Mexico has two middle classes. One lives off the oil pumped and exported by the state oil company Pemex, which funds 40 percent of the government’s budget. That budget sustains a web of salaries and subsidies to teachers’ unions, national electricity company workers, farmers unions, state employees and Pemex workers.

I call this group the No’s because they are the primary force opposing any reform that would involve privatizing state-owned companies, like Pemex, opening the oil or electricity sectors to foreign investors or domestic competition, or bringing best-practices and accountability to Mexican schools, where union control has kept Mexico’s public education among the worst in the world.

Fortunately, though, there is another rising middle class here, which the Mexican economist Luis de la Calle describes as the “meritocratic middle class.” It’s people who came from the countryside to work in new industries spawned by Nafta. This rising middle class has a powerful aspiration to dig out of poverty. Mexico has standardized school achievement tests, so you can see how well schools in one neighborhood stack up against another. Some of the best results, said de la Calle, can now be found in small private schools in poor Mexico City neighborhoods where the Naftas reside.

What is also striking, he added, are the names of the private schools in some of these poor Mexico City districts — like Iztapalapa: “They are called John F. Kennedy, Abraham Lincoln, Isaac Newton, Winston Churchill, Carlos Marx, Van Gogh and Instituto Wisdom.” Why such names? They are appealing to the aspirations of Mexicans, about 40 percent of whom live below the poverty line but 75 percent of whom identify themselves as “middle class” in polls.

De la Calle also studied the top 50 Mexican baby names in 2008. The most popular for girls, he said, included “Elizabeth, Evelyn, Abigail, Karen, Marilyn and Jaqueline, and for boys Alexander, Jonathan, Kevin, Christian and Bryan.” Not only Juans. “We have two middle classes,” he said. “One comes from teachers’ unions and Pemex and power companies, who milk the Mexican government. These are the middle-class conservatives, and they want to preserve the status quo. But there is a rising and far larger Mexican middle class coming up from the bottom who send their kids to the Instituto Wisdom and who have a meritocratic view of the world.”

So here’s my prediction: When Mexico’s steadily falling oil production meets its rising meritocratic middle class, you will see real political/economic reform here. That is when the No’s will no longer have the resources to maintain the status quo, and that is when the Naftas from the Instituto Wisdom will demand the reforms that will enable them to realize their full potential.


lunes, 5 de abril de 2010

El internet, la telefonía celular y la lengua castellana

Este ensayo será, espero, el "Apéndice 2" de la

GUÍA ESENCIAL PARA LA REDACCIÓN EN LENGUA ESPAÑOLA

de próxima aparición en Editorial Planeta Mexicana


Sandro Cohen


El internet, la telefonía celular y la lengua castellana

RUGE UNA NUEVA batalla en las guerras culturales del siglo XXI. Tiene que ver con la manera como los jóvenes, quienes crecieron con el internet y la telefonía celular, eligen comunicarse por estas vías. Aquellos que aprendimos a escribir a lápiz, y luego con pluma, sobre hojas de papel pautadas, con ortografía impecable, tendemos a escandalizarnos al ver mensajes punto menos que indescifrables para nosotros. Aunque el encono de ambos lados es real, se trata de un falso conflicto que se debe a un malentendido.

El primer culpable en este malentendido es la tradición, que algunos llaman inercia. Hay personas que simplemente no quieren ver ni mucho menos vivir cambios sociales, y nuestra manera de comunicarnos por escrito es, sin duda, una cuestión social. Antes de los años 90 del siglo pasado, por ejemplo, resultaba absolutamente indispensable saber cómo armar una carta correctamente, haya sido formal, profesional, de negocios, amistad o amor. Sigue siendo importante en algunas esferas —sobre todo en el ámbito oficial, académico u otras áreas profesionales—, pero hoy en día la mayor parte de nuestra correspondencia, incluso cuando se trata de cuestiones comerciales o de negocios, se realiza por correo electrónico.

Hay quienes, desde luego, se niegan a incorporarse a la red, a usar el internet. Muchas personas ni siquiera son dueñas de una computadora ni piensan entrarle al juego. Tal vez no sean luditas[1] pero ven las nuevas tecnologías con suspicacia y suspiran por los buenos tiempos cuando ellos formaban parte de la vanguardia. La historia, sin embargo, los ha dejado atrás y ellos no han querido ponerse al corriente. Están en su derecho pero nuestras decisiones traen consecuencias. Hoy en día muchos trámites y servicios sólo se realizan y ofrecen, respectivamente, por internet.

Sin embargo, se comprende su frustración. Las nuevas tecnologías avanzan a una velocidad pasmosa, y cuanto más se desarrollan, más extrañas y amenazadoras pueden parecer. Tendemos a equiparar todos los males de la sociedad actual —que son muchos— con aquello que vio la luz durante el mismo periodo. Así, en la mente de los que niegan, ningunean o desprecian las nuevas tecnologías y las costumbres que han engendrado, puede haber una correlación entre estas nuevas tecnologías y lo que ellos ven como una espiral descendente en la calidad de vida en general, y de la suya en particular, aunque la establezcan de manera inconsciente.

Pero el que dos fenómenos coincidan en el tiempo no quiere decir que uno haya provocado el otro. Correlación no equivale a causalidad. Como todos los prejuicios a los cuales recurrimos cuando no tenemos tiempo ni ganas de pensar en términos lógicos, el prejuicio en contra de lo nuevo es fácil y cómodo, como otros que nos evitan la molestia de razonar: prejuicios en contra de personas de otra religión, raza, preferencia sexual, color, etnia, idioma…

Habíamos hablado de la tradición como el “primer culpable” de este malentendido. Pero no es la única. También tienen lo suyo todos aquellos que le dan la espalda a su historia, su tradición, y sólo viven en un presente perpetuo, un continuo. El peligro que engendra esta actitud radica en su falta de perspectiva, y sin perspectiva no puede haber pensamiento analítico, no puede haber crítica. Cuando se vive así, todo se nivela y adquiere el mismo valor porque no hay puntos de comparación. Da lo mismo una sonata de Mozart, por ejemplo, que una canción de rap o una mezcla digital. Es más: por el predominio del rap y las mezclas digitales en los medios electrónicos, la sonata de Mozart difícilmente podrá ser escuchada, simplemente porque no tiene cómo destacar en sitios donde la velocidad, el volumen y la inmediatez lo son casi todo. Para que pueda apreciarse la sonata se requiere tiempo, silencio de fondo y una cabeza despejada y dispuesta a escuchar sonidos y relaciones sonoras nuevas; por lo menos serían nuevas para aquellos acostumbrados a los altos decibeles y la repetición banal, mecánica y monótona de las percusiones que suelen regir la música popular sintetizada precisamente a partir de los nuevos medios digitales.

Pero aquí tenemos una clave importante para comprender esta batalla, que no es más que un falso conflicto, como sugerí antes. Del mismo modo en que los nuevos medios pueden emplearse para crear música desechable, que se olvida —felizmente— a las dos semanas de su introducción, también podemos recurrir a los nuevos medios digitales para crear sonidos y formas musicales de gran inventiva que jamás podrían haber sido posibles antes del surgimiento de las computadoras y todas las nuevas herramientas que han traído. Actualmente, un compositor joven sin mucho dinero y sin acceso a las altas esferas culturales de su país, puede escuchar cómo suena la pieza sinfónica que acaba de componer, como si hubiera contratado una orquesta sinfónica para tocarla, ¡o mejor! Para ello, sólo requiere una computadora personal y software especializado para sintetizar los sonidos de los instrumentos —de tipo tradicional o absolutamente novedosos— que ha incluido en su partitura. En los viejos tiempos, sólo podría haberla escuchado en su cabeza o en una reducción pianística. Las posibilidades son infinitas y para todos los medios: radio, cine, video, internet, happenings, performances y un etcétera tan largo como la imaginación y creatividad de uno.

Con lo anterior entendemos que las herramientas son un medio, no un fin en sí mismas. Lo que importa es el resultado. Aun a los más tradicionalistas, cuando escuchan música que los conmueve por alguna razón, no les importa si el compositor recurrió a la computadora o si empleó métodos puramente tradicionales. Pero eso sí: los medios digitales multiplican las posibilidades creativas exponencialmente. El secreto está en conocer, dominar y explotarlas con sabiduría.

Algo parecido sucede con los idiomas naturales y, en lo que nos concierne aquí de manera específica, la lengua castellana. Su cruce con los nuevos medios digitales no tiene por qué asustar a quienes nos criamos sin computadoras ni teléfonos celulares. No es necesario que nos escandalicemos cuando vemos cómo se escriben entre sí los jóvenes en sus chats y mensajes SMS.[2] Debemos entender, en primer lugar, que estas nuevas formas de comunicación no surgieron accidental o mefistofélicamente sino que son producto natural de los medios que las engendraron. Se trata de herramientas que privilegian la inmediatez en tiempo y espacio. Tienden a favorecerse aquellos mensajes que vayan y vengan velozmente y que ocupan poco espacio. Para que esta inmediatez funcione, entonces, se requiere un nuevo lenguaje que le dé cabida y salida. Tampoco es accidental que se haya dado en prácticamente todos los idiomas hablados por quienes usan computadoras y teléfonos celulares: inglés, francés, español, alemán, portugués, ruso, catalán, etcétera. Y no se trata de ciegas imitaciones del inglés. Cada idioma ha desarrollado sus propios códigos, aunque —ciertamente— hay préstamos entre sí, como suele suceder con los idiomas naturales.

Es aquí, sin embargo, donde se oculta el peligro de no comprender el fenómeno. Por un lado están los mayores que se horrorizan ante palabras como d2 (dedos), kmple (cumpleaños) o mpzo (empiezo), más todos los emoticones que se emplean para dar a entender que estamos bromeando, que estamos tristes, enojados, muertos de la risa… Pero por el otro lado están los que escriben con estas nuevas grafías de manera acrítica, que pierden de vista lo que en realidad sucede: están escribiendo taquigrafía.

La taquigrafía tiene una historia larga que empieza con los griegos antiguos. La palabra proviene del griego taxos (velocidad) y grafos (escritura). Se trata, entonces, de escritura rápida, exactamente lo que emplean los jóvenes en sus chats y mensajes telefónicos. Se emplea la taquigrafía, también llamada estenografía, en muchas salas judiciales y, hasta hace poco, se usaba en gran cantidad de empresas donde las secretarias (casi exclusivamente de sexo femenino) tomaban dictado utilizando alguno de los lenguajes taquigráficos principales, como el de Gregg, Pitman o Graham. Hay quienes aún dictan a sus secretarios pero cada vez más ejecutivos utilizan el correo electrónico y los servicios de mensajería (chats internos o comerciales como el Messenger) para girar instrucciones, o los emplean directamente para comunicarse dentro y fuera de sus oficinas.

Para comprender bien lo que sucede, debemos darnos cuenta de que la taquigrafía pretende captar el lenguaje oral. Cuando la escritura aún era un fenómeno relativamente nuevo, tal vez no había mucha diferencia entre los lenguajes oral y escrito. Pero a lo largo de los más de cinco milenios que tenemos de ensayar la escritura —sobre todo a partir del invento de Gutenberg—, hemos ido afinando el lenguaje escrito a tal grado que ya existe en otro nivel que el oral, con el cual teníamos, como especie, por lo menos 50 mil años de práctica, si no más. Desarrollamos, pues, el lenguaje escrito a partir de sus deficiencias frente al lenguaje oral, que emplea herramientas extralingüísticas para ser expresivo: gestos, ademanes, lenguaje corporal en general, contacto visual, tono de voz, velocidad, etcétera. También se goza de conocimientos que sólo la presencia física de una persona puede brindar, y que en un escrito pueden quedar velados o ambiguos: contexto socioeconómico del autor, edad y, en ciertos casos, sexo (hay nombres que pueden pertenecer por igual a hombres que a mujeres, puede ocultarse el sexo del que escribe, o se puede dar a entender que se trata del escrito de una mujer cuando en realidad pertenece a un hombre, entre otras posibilidades).

Este desarrollo del lenguaje escrito —que empezó su época de esplendor en tiempos de la Biblia y la poesía épica, y que aún continúa— nos ha llevado a una escritura que en muchos sentidos supera al lenguaje oral. Para decirlo de otro modo, hemos aprendido a manejar las palabras escritas de tal manera que sugieren y precisan mucho más de lo que podríamos hacer en una conversación común y corriente. Si bien en la oralidad está el origen de todas las artes y obras del pensamiento, la poesía, narrativa, ensayística y ciencias que hemos desarrollado a partir de la escritura han llevado nuestro conocimiento a niveles jamás sospechados por los creadores clásicos. No obstante, me cuido de afirmar que lo nuestro sea superior. Lo que sí puede afirmarse es esto: en la actualidad hay un abismo entre el lenguaje oral y el escrito. Poseen funciones y fines muy diferentes.

El lenguaje oral sirve para mucho. Es inmejorable para conversar, intimar con nuestros semejantes, intercambiar información inmediata de toda clase. El lenguaje escrito, por otro lado, es insustituible para desarrollar ideas, obras de arte literario y aun dramático (que es, paradójicamente, oral); para explicar el funcionamiento de sistemas complejos, sean mecánicos, matemáticos, cibernéticos o filosóficos. Además, el lenguaje escrito está pensado para durar, y puede durar milenios: trasmite, con toda precisión, el conocimiento de una generación a las que siguen.

Las palabras dichas en voz alta, como reza el adagio, se las lleva el viento, y las garabateadas taquigráficamente en el Messenger, Twitter o el SMS, se las lleva el viento cibernético. La batalla cultural a la cual aludimos al principio, entonces, tiene que ver con la confusión que existe entre estos dos lenguajes, confusión que brota precisamente cuando uno piensa que puede aplicar las nuevas técnicas escriturales de los chats y SMS en el lenguaje escrito formal, algo que sólo sucede espontáneamente entre los más jóvenes, los nativos digitales, quienes nacieron entre computadoras y teléfonos celulares. Por esto se trata, en esencia, de una batalla y un equívoco generacionales. Para decirlo pronto, el chat no es tanto un nuevo lenguaje como una nueva taquigrafía.

Por un lado, están los jóvenes que creen estar escribiendo —redactando— en sus chats cuando, en realidad, están conversando por escrito, taquigráficamente. Si el mensaje se comprende, no importa la grafía que se emplee para trasmitirlo. Mientras más rápido y comprensible sea, mejor. Si es rápido mas no comprensible, no sirve; si se comprende pero no cumple con la velocidad requerida, falla.

Por el otro lado están los tradicionalistas que prácticamente entran en convulsiones cuando ven cómo sus hijos escriben mensajes telefónicos y la manera en que se expresan en sus chats. Como suele suceder con las jergas y jerigonzas, los de fuera —en este caso los mayores— pueden sentirse amenazados al no comprender fácilmente esta escritura. Y los jóvenes, naturalmente, podrán reírse ante la ignorancia de sus padres, tíos y maestros.

Ambos grupos están en una equivocación. El segundo —el de los tradicionalistas— se siente reivindicado cuando los del primero —los chateros— llevan, inopinada y acríticamente, su taquigrafía al terreno de lo académico o a foros generales más abiertos. Los mayores, complacidos como si se tratara de una venganza, señalan los horrores ortográficos, sintácticos y gramaticales y lamentan la pobreza léxica y expresiva que aqueja a las nuevas generaciones. Y éstas se quejan de lo anticuado de sus progenitores, los rucos, los que no agarran la onda.

Ninguno de estos grupos culturales —ni los jóvenes ni los mayores— parece comprender que están hablando de dos lenguajes diferentes. Es preciso separarlos. Resulta difícil negar que la oralidad de los chats ha invadido el terreno de lo escrito. Éstos y los mensajes enviados por celular sólo pueden ser considerados escritura porque emplean grafías, pero en todo lo demás responden a los imperativos de la conversación. De nuevo: se trata de la oralidad taquigráfica. Y, en efecto, el oral es un lenguaje pobre frente al escrito cuando éste se maneja bien, con todas las herramientas que hemos desarrollado en los últimos cinco mil años, más o menos.

Ha sido así desde hace muchos siglos: lo oral, en general, no puede competir con la buena escritura en riqueza de vocabulario, formas sintácticas, complejidad de estructuras. Para que la oralidad sea competitiva en este sentido, hace falta que la practique un gran maestro. Pero el 99.99 por ciento de quienes conversamos, no somos grandes maestros sino personas comunes y corrientes que emplean el lenguaje oral para comunicar mensajes inmediatos. Por eso, quienes actualmente estudian en escuelas primarias, secundarias y preparatorias, necesitan tener muy claro que, por un lado, está la escritura, y que por el otro está la taquigrafía que emplean para conversar por internet o teléfono celular. Si en su mente y en la realidad exterior logran separar los dos fenómenos, no habrá problema. Pero si piensan que todo el mundo va a comprender su taquigrafía, están equivocados. No es la lingua franca de todos los hablantes. Y ninguna taquigrafía lo ha sido, precisamente por sus limitaciones.

Los mayores, por su parte, deben bajar su nivel de histerismo. ¿Qué tiene de malo que los jóvenes se entiendan mediante una taquigrafía incomprensible para los adultos? Los padres de familia pueden, incluso, aprenderla. No es nada del otro mundo, aunque a primera vista pueda parecernos agresiva, como cuando dos personas susurran entre sí en un idioma extranjero mientras nos ven y se ríen.

Lo que debe quedar claro, tanto para tirios como para troyanos, es que la escritura formal —la redacción y las artes literarias— es un fenómeno aparte, muy diferente de la oralidad de la cual participan los chats y los SMS. Nadie sabe si una o más manifestaciones de esta nueva taquigrafía llegarán a penetrar y quedarse en la lengua escrita. Es posible, y si así sucede, será seguramente algo positivo, gracias a su expresividad. Y si no ocurre, habrá sido porque a los hablantes, en general, les habrán parecido expresiones pobres frente a palabras, frases y oraciones de estructura más tradicional.

Los idiomas naturales evolucionan constantemente. El oral tiende a impulsar al escrito, pero éste fija y da brillo a la lengua en general, sea escrita u oral. No debemos reprimirnos en ningún sentido. Debemos ser espontáneos cuando conversamos, sea por taquigrafía o en persona. Pero no olvidemos que la escritura es un ejercicio de pensamiento, análisis y crítica. La usamos para relacionarnos con la inmensa complejidad que nos rodea, dentro de la cual existimos y coexistimos. Por esto, la escritura debe ser clara y precisa para la mayor cantidad posible de lectores. Esto requiere el dominio del léxico, la gramática, la sintaxis, la ortografía y la puntuación. Como decimos en México, no es enchílame otra. Pero tampoco es imposible.

Que cesen las hostilidades. Que cada quien hable como quiera, como pueda, como Dios le dé a entender. Y si uno habla bien, de manera clara y convincente, ¡tanto mejor! Pero si vamos a escribir, procuremos hacerlo de modo que todo el mundo —no únicamente nuestro entorno inmediato— pueda comprender nuestras ideas, nuestras emociones, todo aquello que somos y que deseamos trasmitir a nuestros semejantes de ahora y a los que nos leerán cuando ya no estemos físicamente para explicarnos.



[1]Seguidores del ludismo, un movimiento de principios del siglo XIX en Gran Bretaña, opuesto a la mecanización del trabajo. Por extensión se aplica a todo aquel que recela de las nuevas tecnologías y que sólo se siente cómodo con medios mecánicos tradicionales.

[2]Short Message Service: Servicio de Mensajes Cortos. Se llaman también “mensajes de texto”. Existe un nuevo verbo que se emplea como sinónimo de enviar mensajes breves por teléfono: textear.

jueves, 11 de marzo de 2010

AGENDA CIUDADANA / Topar con lo que no se quería y al revés, por Lorenzo Meyer


Entrada de referencia:

Departamentos de Sintaxis y Elipsis: El orden de las palabras sí altera el resultado


Lorenzo Meyer
(11-Mar-2010)

Burlas de la historia
Los procesos políticos son de los más inciertos; con gran regularidad lo blanco termina en negro y viceversa. Para los practicantes del juego del poder resulta que lo único sobre lo que realmente tienen control es lo que a primera vista parece lo menos tangible y más inseguro, los principios. Sin embargo, el grueso de los profesionales de la política se desentiende de la ética para marchar en pos de lo concreto: del "éxito". Maquiavelo es el teórico mayor de esta visión. Ahora bien, la historia nos muestra que en el campo de los resultados, la política del mero oportunismo tiene tantas posibilidades de triunfo como de fracaso.

Una y otra vez, naciones o imperios se han embarcado en grandes proyectos que, no obstante el esfuerzo invertido, terminan donde no deseaban. En la vida política como en la individual, la frustración es tan o más frecuente que el éxito. Ejemplos de lo incierto de las empresas políticas abundan. Francia y Napoleón se propusieron rediseñar Europa y el mundo a partir de los nobles principios de su revolución, pero Francia terminó derrotada, Napoleón prisionero de los ingleses y el mundo, al menos por un buen tiempo, giró en torno a Inglaterra y a su revolución industrial. El Reich alemán de los mil años soñado por Hitler no duró más que una docena, pero esa brevedad le costó al mundo millones de muertos y a Alemania y a Europa Occidental la pérdida de su centralidad mundial. Y qué decir de la gran utopía soviética que se propuso inaugurar la sociedad sin clases, justa y libre; al final, en vez de la desaparición del capitalismo lo que desapareció fueron la URSS y su modelo socialista, aunque no sin antes obligar a millones a pagar un costo humano escandaloso y terminar afianzando el capitalismo y el liderazgo de su adversario: Estados Unidos.

Nuestro siglo XIX
Pero no necesitamos irnos a otros lugares para descubrir las terribles ironías de la historia política, con la nuestra tenemos más que suficiente. La independencia no la hicieron los insurgentes que la iniciaron sino sus enemigos mortales, los criollos que les habían combatido en nombre del rey. Desde luego que el esfuerzo militar español por reconquistar México -la "expedición Barradas"- terminó por afianzar la separación mediante la expulsión de los españoles. La negativa de Fernando VII a reconocer la independencia mexicana impidió que Madrid firmara un tratado comercial con su antigua colonia en las condiciones preferenciales que México estaba dispuesto a aceptar y, en cambio, favoreció la firma del tratado México-Inglaterra, lo que alejó aún más a mexicanos y españoles.

Para conjurar la amenaza norteamericana en el norte, México autorizó el ingreso de colonos extranjeros que poblaran esas tierras pero con la idea de que éstos serían católicos, como los irlandeses. Sin embargo, los que ingresaron fueron anglosajones protestantes y esclavistas. El resultado fue primero la independencia de Texas, luego la guerra de 1847 y finalmente la pérdida de medio país a manos de los que se pretendía mantener lejos: los norteamericanos.

Otro ejemplo de terminar en el sitio equivocado fue el gran proyecto económico liberal. El esfuerzo por desamortizar los bienes de las corporaciones -la Iglesia Católica y las comunidades indígenas- no consiguió lo que pretendía: crear una amplia clase de pequeños o medianos propietarios para montar sobre ellos la modernidad y la democracia. En vez de eso, se desembocó en el afianzamiento de una minoría latifundista y en la dictadura oligárquica de Porfirio Díaz. Es más, los remanentes de los pueblos afectados en sus tierras comunales, como los zapatistas, fueron un factor en la posterior caída y destrucción del orden porfirista.

El siglo XX
La gran tragedia del empeño de Madero en 1910 no fue tanto su asesinato tras el cuartelazo de Victoriano Huerta, sino que al final su lema, "sufragio efectivo", sirvió de bandera a la "dictadura perfecta" del PRI. Y es que la Revolución desembocó no en la democracia buscada sino en la modernización de su opuesto: el viejo autoritarismo. Al no depender ya de un caudillo que envejecía sino de un partido de Estado que aceptó el principio de la "no reelección", el autoritarismo priista encontró, vía su renovación sexenal, el secreto de la eterna juventud.

En los 1930 el cardenismo dio todo su apoyo a los sindicatos -a la CTM- y organizó en la CNC a los campesinos a los que había dotado de la tierra y las armas para que la defendieran. Sin embargo, el postcardenismo bloqueó las rutas hacia la autonomía de esas organizaciones y les convirtió en apoyos de un sistema antagónico a los intereses de obreros y campesinos.

Bajo el liderazgo de Miguel Alemán se cimentó un proyecto para industrializar a México con base en un mercado interno protegido por tarifas y permisos de importación. La idea era que el país dejara de ser el eterno exportador de materias primas, creara una gran burguesía nacional y deviniera en una economía urbana, fuerte e independiente. Lo de urbana se cumplió en exceso pero no lo de independiente. La crisis de 1982 y el Tratado de Libre Comercio de 1993 hicieron a México más dependiente que en el pasado de Estados Unidos. El sistema financiero que una vez fue nacional terminó tan o más extranjero que durante el Porfiriato. Finalmente, el crecimiento económico del último cuarto de siglo se puede calificar de todo menos de fuerte: la "utopía industrial" de mediados del siglo pasado terminó en el desastre actual.

Y llevando el análisis al campo de lo estrictamente procedimental, las reformas electorales son otro ejemplo de resultados inesperados. Cuando el PRI estaba en control de todo, y bajo el principio de "lo que resiste apoya", sus líderes empezaron a abrir espacios para la oposición aunque sin darle poder real, pero una cadena de eventos no previstos condujo de la reforma de 1996 a las derrotas priistas de 1997 y del 2000. Lo que se ideó como un simple "cambiar para que todo siga igual" terminó por desembocar en lo que pareció ser el fin a 71 años de control priista de la Presidencia.

Como la historia no se detiene, lo que por un momento pareció que iba a instalar a México en una etapa superior de su desarrollo político ha terminado, de nuevo, en un gran fiasco. La conducción del cambio de régimen político quedó en manos de Vicente Fox y su grupo que, casi de inmediato, mostraron poseer tres características que dieron pie a la actual "democracia tonta" (Lujambio dixit) que tenemos: una impericia política extrema, una ausencia total de sentido de proyecto histórico y una clara disposición a seguir las prácticas corruptas de sus predecesores priistas (un botón de muestra de esto último se encuentra en el libro Camisas azules manos negras. El saqueo de Pemex desde Los Pinos [Grijalbo] de Ana Lilia Pérez). Hoy el "cambio" del 2000 corre el peligro de desembocar en el retorno del PRI a Los Pinos en 2012.

Un ejemplo de una política muy específica, que se puso en marcha con un objetivo y cuyo resultado ha sido muy distinto de lo esperado, es la llamada "guerra contra el narcotráfico" que Felipe Calderón declaró al inicio de su gobierno. El objetivo inicial era doble. Por un lado, recuperar zonas que ya estaban fuera del control del Estado. Por el otro, ganar con una política de fuerza que tanto gusta a la derecha, la legitimidad que no le había dado el tipo de elección del "haiga sido como haiga sido" en 2006. Sin embargo, tres años y pico y alrededor de 14 mil muertos después, la situación no sólo no ha mejorado en ninguno de los dos sentidos que se pretendían, sino que posiblemente haya empeorado.

Conclusión
Maquiavelo, el gran realista, lo expresó al final de su obra de manera poética pero clara: en materia de decisiones y acciones políticas se puede tener el mejor conocimiento posible de qué y cómo, pero el resultado final de las acciones emprendidas depende en buena medida de un factor sobre el que nadie tiene control: la fortuna.

Examinando de cerca cada uno de los eventos aquí mencionados, especialmente los que se refieren a nuestro país, es posible llegar a la conclusión de que si tanto líderes como naciones están a merced de la veleidosa fortuna, entonces cuando un empeño termina en fracaso, ese resultado puede atribuirse tanto a fallas en su concepción como a errores de implementación, traiciones, etcétera, pero, finalmente, también a la mala suerte. En tales circunstancias, y por paradójico que parezca, lo único que no depende de la fortuna es la moral. Y si se fracasa, al menos algo permanece: la congruencia entre el decir y el hacer, el honor.

Fuente: Reforma, Ciudad de México, 11 de marzo de 2010, Opinión, p. 9.